miércoles, 28 de febrero de 2007

Power of personality

EL VALOR DE LA PERSONALIDAD

Está científicamente probado -por diversos estudios y estadísticas- que las cualidades personales son dos veces más importantes que los conocimientos técnicos, en lo que respecta al progreso económico. Otros estudios serios y cabales han puesto de manifiesto, también, y de manera indudable, que, a igual preparación técnica, las características de la personalidad son de una importancia capital para alcanzar y mantener posiciones que impliquen continua superación.

Hoy, cualquier empleador o ejecutivo concede suma importancia al carácter personal, cuando selecciona sus empleados o colaboradores -hombres y mujeres- porque han aprendido, por propia iniciativa o a la fuerza, cuánto perjudican o favorecen la marcha de los negocios las deficiencias o virtudes de la personalidad.

La Secretaría de Orientación Vocacional de la Universidad de Harvard inquirió las razones de la pérdida de empleo por parte de cuatro mil trescientos hombres y mujeres de diversas empresas, y descubrió que, por cada dos casos en que esa medida se debía a defectos de la personalidad, sólo uno correspondía a ignorancia de cuestiones técnicas o ausencia de la debida pericia.
La mayor parte de las bajas se habían originado por la falta de espíritu de cooperación, por no inspirar confianza, carecer de iniciativa, etc.

El Instituto Carnegie de Tecnología, en otro estudio, y analizando el caso de diez mil personas, informaba que el 15 por ciento del éxito se debe a la experiencia técnica, y el 85 por ciento a las cualidades personales: conducta, integridad, observación, imaginación creadora, decisión, adaptabilidad, dirección, habilidad organizativa, expresión, conocimiento. Tales cualidades no sólo son deseables en una oficina, en un comercio o en una fábrica; siempre son necesarias para el buen éxito de hombres y mujeres en cualquier actividad o área de la vida.
Analizando el profesor Endicott los factores tenidos en cuenta para conceder los empleos en estas grandes organizaciones, llegó a la conclusión de que un tercio de las respuestas dadas por los empleadores, indicaban que las altas calificaciones académicas eran consideradas como indicativas de valor incierto o dudoso. Solamente un veinte por ciento consideraba a tales calificaciones como elemento esencial, y esto con referencia a los cargos técnicos.
Cuando el profesor Endicott pidió a las setenta corporaciones que le prepararan una lista de las características específicas de la personalidad que fueran consideradas esenciales en la selección del personal, descubrió que la relativa a la aptitud para desenvolverse en público, abordarlo y hablarle con facilidad, prevalecía sobre las demás. He aquí las principales características de la personalidad, ordenadas sucesivamente de acuerdo a la frecuencia con que fueron mencionadas en los informes:

49 veces: Aptitud para desenvolverse en público y trabajar en cooperación con los demás.
35 veces: Aptitud para abordar y conversar con el público de modo fácil y eficaz.
32 veces: Apariencia atractiva, pulcritud y buena presentación.
29 veces: Iniciativa y originalidad.
29 veces: Laboriosidad, energía y entusiasmo.
22 veces: Confianza y seguridad en sí mismo.
15 veces: Lealtad.
9 veces: Sentido del humor.
7 veces: Buenas maneras y cortesía.

Una sugestiva respuesta a la cuestión planteada por el profesor Endicott acerca del valor de las cualidades personales, trae a consideración el asunto del poder intelectual relacionado y puesto en balanza con el carácter. ‘Nosotros insistimos en cosas tales como el tacto, la perspicacia, la integridad mental, etc. La inteligencia, desde luego, incide sobre todos estos atributos. Resulta muy poco útil el tratar con quien no sea capaz de entenderse con sus compañeros de trabajo. Dejando de lado la habilidad técnica, tal clase de gente resulta ser ineficaz, y causa de muchos fracasos’.

Los resultados siempre tienden a confirmar esta verdad: la mediocridad intelectual unida a una buena personalidad llega siempre mucho más lejos que una buena potencia intelectual desprovista de un adecuado carácter.

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